miércoles, 27 de febrero de 2013

ahí arriba.

Por norma general los temas que son tabú o que crean cierta incomodidad, suelo relativizarlos muy rápido. No me suponen un problema y me gusta que sea así. Me siento a gusto conmigo misma.
Por eso la muerte, para mi, es como un cambio de nivel, un paso a otra etapa en la cual acabaremos todos y donde nos espera (por desgracia o no) mogollón de gente. 
Hay un antes y un después en la vida de todos en la que la muerte deja huella, no la nuestra, la de alguien. Que por H o por B nos marca. La mía no fue la de mi abuelo, que murió cuando tenía unos 14 años; sino la de alguien cercano a uno de mis amigos, unos años después. No sabría decir porque, como, cuando... la cuestión es que me marcó de por vida. Entonces fue cuando empecé a pensar que tenía que haber algo más, que no se que es, pero hay algo. 
Me gusta pensar que están todos ahí arriba, en un sitio precioso, vigilandonos felices, sabiendo que ahí el tiempo es eterno. Que no hay prisa por nada ni nadie, que al fin y al cabo todos llegamos en un momento u otro. Que nos protegen, a su manera. Sentados en un campo de césped, comentando lo que hacemos y de golpe Amy se arranca copa en mano con valerie y james brown le contesta con un i feeeeeel good! Y mis abuelos por ahí enmedio aplaudiendo. 
No se quien es el jefe ahí arriba, ni si hay alguno o ahí cada uno es autónomo de su propia alma. 
Solo se, que yo, siendo como soy y pensando lo que pienso sobre el tema, puede ser más llevadero (o no) pero hay algo que tengo claro. Hay personas y personas, hay personas que cambian de nivel y nos hundimos, pero luego hay personas que nos desgarra el alma su ausencia. No por echar de menos, que también, sino por la luz que desprendían en vida. Hay almas destinadas a iluminar la vida de los que les rodean, de sanar con su presencia igual que un bálsamo. Hay personas que cuando abrazan proyectan tanto que te alargan la vida. Hay mentes tan abiertas que no conseguimos entender. Tan tolerantes que nunca nadie es capaz de sentirse diferente a su lado. 
Ella era así. De otro nivel, de las que brillan, la inteligencia personificada tal y como yo la entiendo. 

Ella tenía un libro (que estuve hojeando por casualidad),  parecía un tesoro. Lleno de apuntes, frases, dibujos... tan llenos de luz, de ganas de vivir, de morder la vida y acabartela en cuatro bocaos', de saborearla en cualquier momento a cualquier hora, de luchar, de sonreír. Lo tengo en mente como si lo hubiera visto hoy mismo. Ese libro también era ella. 
Por ahí arriba deben estar eufóricos por su llegada, han sacado sus mejores galas. Las mujeres se maquillan y los hombres se peinan para estar a la altura de lo que llega. Un ángel delgado, con melena rizada y mirada risueña. Que suerte ahí arriba, (que envidia sana!) si cabe, ahora serán más felices. 

Solo queda disfrutar lo que hay en tierra, que la vida solo es una y encima la muy jodida es rápida. 
Y ella, cada vez que nos ciega un rayo del sol, es porque se ríe a carcajadas. 



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